Desde pequeña quiso ser artista. Le daba igual actuar en un festejo navideño que canturrear por lo bajo en el aula de la escuela. Finalmente Rocío ganó un concurso de cante en Radio Nacional de Sevilla. Quizá no imaginaba que el mundo del espectáculo fuera tan ingrato. Pero ahora lo sabe. Tal vez lo acaba de descubrir al sufrir en carne propia un acto que ella califica de más cercano a Sir Francis Drake que a la industria del vinilo. Y es que Rocío Jurado dejó hace casi tres años de grabar para su anterior compañía, la RCA. Un larguísimo pleito y la inspiración del hacedor de canciones Manuel Alejandro tienen la culpa de su largo silencio. De pronto, y coincidiendo con la salida de «Paloma brava», de la EMI, su nueva compañía. Rocío y varios de sus colaboradores se han encontrado con un disco de características similares puesto en el mercado por RCA con una antología de viejas grabaciones. Ahora está quieta y relajada en el despacho de su representante. Ciertos mohínes y una picardía innata y andaluza pujan por salir. Pero Rocío se contiene y espera la llegada de la primera pregunta.
—¿Qué te han hecho, Rocío?
—Pues han sacado un disco de recopilaciones en el momento de aparecer «Paloma brava», mi último trabajo. Y esto no es lo peor. La portada es similar, los tipos de letra, muy parecidos, y tiene el mismo tratamiento que mi disco. La EMI y yo misma pensamos que tiene que haber habido algún chivatazo. No puede ser casual. Lo han hecho aposta para confundir. Y a mí no me gusta que se juegue con el público. No me gusta que se manipule a la gente que está esperando mi último disco. Si hasta mi tío Antonio me llamó el otro día y me dijo: «Oye, niña, que tengo tu disco nuevo y está lleño de canciones antiguas» ¡Cómo lo habrán hecho de bien, que hasta engañan a los míos!
—¿No crees que el artista se encuentra indefenso frente a estos actos?
—Desde el momento que firmamos un contrato y cedemos todos los derechos estamos totalmente indefensos. Pero nos vemos obligados a firmarlos. Todo ser humano tiene derecho sobre su propia imagen, sobre su propia voz y sobre el tratamiento de su carrera. Lo nuestro es una barbaridad, porque tendríamos que tener algún clavito donde agarramos. Sí, me siento indefensa y no sólo por mí, sino por los muchísimos compañeros de profesión que han sufrido algo parecido.
—Estarás de acuerdo en que vuestro colectivo es muy poco solidario entre sí.
—Ten en cuenta que los artistas vivimos en un mundo que no elegimos y que no sabemos cómo está conformado. Nos metemos en esta profesión por necesidad de ganar dinero y porque tenemos una «gracia» que hacer. Nos valemos de eso, de la cualidad que poseemos. Cuando llegué aquí por primera vez, yo tenía fe y una venda en los ojos. Es que venimos con una ilusión y unas ideas equivocadas. Creemos que esto es mucho más romántico.
Casi sin darse cuenta, Rocío evoca los comienzos de aquella niña, hija de un zapatero de Chipiona, que se acercó a Madrid cargada de ilusiones y, tras mucho esfuerzo, logró entrar a trabajar en «Los duendes», el tablao de la inolvidable Pastora Imperio.
—Cuando me enteré de lo del disco, me entró una depresión muy fuerte. Soy una mujer que se entrega mucho y de una forma muy bonita. Yo necesito llevar mi vida de una forma muy clara. No sé reaccionar frente a cosas tan oscuras. Y cuando no reacciono me entra mucha tristeza y caigo en esa depresión. Confío mucho en la gente y las paso canutas.
—Resulta paradójico que estés casada con un boxeador retirado como Pedro Carrasco y que encajes tantos golpes.
—El viene de un mundo difícil, donde se juega con muchos temas a nivel humano. Pedro ha vivido este mundo al máximo. Se retiró porque no podía vivir en ese jaleo. Le hicieron unas malas jugadas y ya no quiso saber más. Pero Pedro, que sabe mucho, siempre me dice: «Rocío, p'alante; p'atrás, ni para coger impulso». Es un buen dicho, porque a veces lo recuerdo y salgo. Como el ave fénix, que aunque esté destrozada y hecha cenizas, sale. También Pedro me ha dicho: «Yo creía que mi mundo era duro hasta ver el tuyo».
—Lleváis casi diez años de casados y a ti se te ve cada vez mejor.¿Qué has encontrado en Pedro?
—El equilibrio. Pedro Carrasco, con toda su trayectoria su experiencia de la popularidad, ha sabido ser un marido ideal. Yo necesitaba a Pedro; he estado desasosegada y sin sitio —como dicen los toreros—hasta que apareció él. Y fue muy bueno para mí.
—Bueno, a Pedro se le ve también muy sonriente.
—Sí, sí, yo siempre procuro que Pedro esté bien.
—¿Es difícil seguir siendo la misma persona, la hija del artesano de Chipiona, cuando se han ganado varios millones?
—Yo creo que eso va con mi manera de ser, ¿no? A mí me ha costado mucho trabajo conseguir algo en la vida. Mi carrera ha sido bonita en lo que se ha visto. Pero para conseguir cualquier cosa, lo más pequeño, he pasado muchísimo. Antes no tenía la información adecuada para meterme en esta profesión. Pero ahora tengo una coraza, estoy preparada. Pero no para rechazar, sino para cuidarme. No quiero que un éxito me pueda y un fracaso me hunda. Y cuando he conseguido un éxito, en vez de echarme a reír he llorado. Esa es la diferencia.
—Eso es muy importante. Enseña a seguir siendo una. Antes era más o menos simpática; más o menos accesible, ¿por qué voy a cambiar ahora? Además, mañana puede venirme un hachazo y quitarme del medio artístico. Puede ocurrir, ¿por qué no? No tiene sentido subirme a un pedestal en donde la gente, a lo mejor, no me ve. No quiero pedestales, quiero estar abajo, con ellos. Así los entenderé mejor.
—¿Necesitas identificarte con el pueblo constantemente?
—Muchísimo. De hecho estoy con el pueblo. Me gustan las actuaciones de cara al gran público. Voy a las romerías del Rocío, porque hay una hermandad entre las personas. Adoro los carnavales de Cádiz, porque es donde todo el mundo no se pone, sino que se quita la careta. Me gusta cantar en un cuarto, porque no estoy maquillada, y me quedo hasta por. la mañana, porque no tengo horario, y me rajo la garganta, porque no tengo que cobrar dinero.
—¿También te rompes la garganta cuando actúas en público?
—Sí, pero ahí es porque hay que hacerlo y tengo un sentido muy grande de la responsabilidad. Eso me lo da la profesión y el tiempo que transcurrió hasta que conseguí algo.
Una vez se pasó siete días sin comer porque no le permitían viajar a Madrid para intentar ser artista.
—Dime, Rocío, ¿por qué causa volverías a hacer una huelga de hambre?
—Desde luego, porque me hicieran un nuevo contrato de discos, no —suelta una carcajada cantarina—. En serio, creo que una huelga de hambre es muy poca cosa. Pero haría una larguísima huelga de hambre en favor de la paz del mundo. Incluso daría mucho más. En una huelga de hambre se te puede irla vida, y yo la daría gustosa por la paz del mundo.
Hay objetos que son inevitables en cualquier artista. Para Rocío Jurado, educada en la fe católica, este símbolo puede ser su sempiterna Virgen de la Regla.
—¿Te has aprendido ya el nuevo Padre nuestro?
—¿Qué se ha cambiado? ¿Y qué es lo que se dice ahora? (Trato de contárselo en pocas palabras.)
—¿O sea, que ya no se pide perdón? ¿Ni siquiera en la religión? Me parece una barbaridad. Vamos, que si es para simplificar el contacto espiritual y todo eso, pues... lo puedo entender. Y lo respeto, porque con la Iglesia hemos topado. Pero si el Padre nuestro lo hizo Jesucristo y es la línea de vida que tenemos que seguir los cristianos, me parece muy fuerte que le cambien el Padre nuestro a Jesucristo.
—Cuando murió tu padre te encerraste en una ermita y te enfadaste con Dios, pensando lo mucho que te había fallado. ¿Ocurrió lo mismo cuando perdiste a tu madre?
—No, no me enfadé esta vez. Al contrario, creo que cuando sucedió di las gracias, porque mi madre sufrió demasiado. Quizá por eso le tengo mucho miedo alas enfermedades, temo al dolor.
—Pero alguna vez dijiste que amabas la muerte, ¿verdad?
—Sí, pero ya no la amo. No por nada, quizá porque se pasa mucho para llegar a ella. Es posible que la muerte sea un descanso, pero hay que vivir y hay que luchar.
—¿Y no crees que a veces esa lucha es vana? Lo digo por la pareja que en estos días ha presentado un recurso para que los médicos le practiquen la eutanasia a su pequeña hija?
—Me parece una barbaridad que se pida la eutanasia. Creo que el ser humano no puede adoptar una actitud divina y quitar una vida. No me gusta. Pero también duele mucho ver sufrir tanto a una persona que se quiere. Eso es para quien le ocurre. Tampoco soy partidaria de que dejen vivir a esa niña con tanto sufrimiento. Por lo menos que le calmen el dolor. Estoy en contra de la eutanasia, pero dejo una puerta abierta para esos padres que están padeciendo tantísimo.
Como si fuera el final de un combate, en ese momento suena el teléfono. No podía ser de otra manera. Es Pedro que llama a «la Jurado». Y esta mujer imponente, que destila humor por los ojos y ríos de voz por la garganta, se transforma en la esposa solícita de suaves y cariñosas palabras. Pronto habrá que hacer las maletas y un nuevo viaje. América espera. Pero esta «lozana andaluza», que también ha comprado casa en Miami, volverá, como siempre, para estar a mitad de camino entre su Chipiona natal y su Madrid del alma.