Rocío Jurado habla de su vida y de sus amores con el torero Ortega Cano:

«Nunca le pediré a José que se corte la coleta»

Rocío Jurado vive uno de sus mejores momentos artísticos. Se encuentra en pleno rodaje de «La Lola se va a los Puertos» y, para cuando termine la película, que será a finales de marzo, ya tiene en cartera la presentación de su último disco, titulado «Como las alas al viento». Hasta aquí la estrella, la cantante, la tonadillera. Ahora, la mujer.

por Rosa Villacastín

Fotograma de la película
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Fotograma de la película "La Lola se va a los Puertos", que actualmente rueda Rocío Jurado.

Rocío Jurado es un torbellino que rebosa vitalidad y fuerza, que lleva el amor reflejado en el iris de sus ojos negros, que no oculta que se ha enamorado hasta los huesos de un torero de fama: «Somos dos personas sencillas que se han encontrado en un momento en que ambos necesitábamos encontrar a esa otra persona». En sus palabras no hay trampa ni cartón y sí mucha sinceridad a la hora de abrir su corazón a la periodista.

—Rocío, ¿eres supersticiosa?

—Mucho.

—¿Y crees en la buena suerte?

—También. Creo no solamente en la buena suerte a nivel personal sino en las vibraciones que te manda la gente. Creo mucho en la fuerza de la mente y del espíritu que manda esa suerte.

—¿El 92 ha sido un gran año?

—Sin lugar a dudas ha sido un año estupendo.

—Hay quien dice que has sido la niña bonita de la Expo, ¿es cierto?

—He sido una trabajadora incansable para sacar las cosas adelante pero también porque me han dado un sitio muy hermoso donde poder actuar. Sí, seguramente tienes razón.

—Habrás ganado un fortunón.

—No sé si soy la artista que más dinero ha ganado pero desde luego sí la que más actuaciones ha tenido. Claro, que no he cobrado según mi caché, como bien sabes. Ahí hemos tenido que bajar bastante la mano porque eran muchas actuaciones y pagar todas al precio que cobro normalmente hubiera sido exagerado, un dineral. No puedo quejarme porque al no tener que poner yo ni la orquesta ni el equipo de luces pues no me puedo quejar... Ha estado bien pero bastante menos de lo que yo cobro y eso sí quiero que quede claro.

—¿Provocas mucha envidia entre tus compañeras?

—Nunca lo había pensado pero... me parece que a veces sí. Cosa que a mí no me gusta y te voy a explicar por qué. La que piense que alguien me ha regalado algo está en un error. Soy una persona que me dejo la piel y el alma en cada cosa que hago porque me meto muy de lleno, expongo mucho y me olvido hasta de mí. Cuando acepto un trabajo voy a por todas, tengo una abnegación grande, un gran espíritu de sacrificio y eso te lo pueden decir todos los que trabajan conmigo; si no tengo que comer no como, sino tengo que dormir no duermo. Una persona absolutamente entregada a mi trabajo. Entonces la persona que piense que a mí me regalan algo está equivocada. A veces pienso que no soy digna de envidia sino de consideración. No digo de pena o de lástima porque tampoco es eso. No me gustaría que me tuvieran pena pero sí consideración. No se puede vivir de una cosa a la que no entregas una parte importante de ti misma.

No se si soy la artista que más dinero ha ganado, pero desde luego sí la que más actuaciones ha tenido en la Expo.

—¿Votarías a una mujer si ésta se presentara como candidata a la presidencia del Gobierno?

—Yo sí, claro que sí. Si es una mujer que vale, ¿por qué no? Si es despierta, inteligente, humana, claro que sí, y las hay. Es más, creo que seria muy beneficioso para la sociedad quede pronto, entre esas personas que nos gobiernan, hubiera una mujer en la presidencia.

—¿Cómo has visto la llegada de Hillary Clinton a la Casa Blanca?

—Pues creo que es una mujer muy preparada, que ha estudiado mucho, que ha ayudado mucho a su marido y es estupenda la imagen que tiene. A mí me parece que Barbara Bush era una mujer encantadora, con mucho tesón, porque lo ha demostrado muchas veces, pero Hillary tiene una imagen de mujer fuerte que nada tiene que ver con la de Barbara.

—Entre Ana Botella y Carmen Romero, ¿cuál crees que se parece más a Hillary?

—Ja, ja... Cuando me toca el corral propio es más difícil de opinar, pero quiero mucho a Carmen Romero. Es una gran mujer.

—Volviendo a lo que ha representado el 92 para ti, imagino que lo recordarás como el año en que encontraste el amor, ¿no?

Rocío, que apenas si piensa las respuestas, que salta a la primera de cambio, se toma un respiro, un respiro largo y profundo. Incluso los ojos se le han achicado un poco, diría que quiere dar seriedad a la respuesta, una respuesta que le sale de lo más hondo de su corazón.

—Sí... lo he encontrado.

—¿Y qué tal?

—Estoy convencida de que ha sido un flechazo tremendo. No creía mucho en este tipo de cosas pero ahora sí, ahora sí creo en el flechazo y en el amor.

—¿Hay una edad para el amor, Rocío? ¿Se puede sentir con igual intensidad a los cuarenta, que a los treinta, que a los veinte?

—Si el amor es auténtico, si la conexión es plena, lo sientes a cualquier edad. Lo que creo es que hay que tener capacidad de entrega, de reconocimiento de la otra persona... Ahora, como estoy más madura, hay cosas que las veo desde otro punto de vista más beneficioso que antes. Estoy más asentada, como viniendo de un camino más hecho... Volviendo a la pregunta, sin duda se puede amar a los cuarenta tanto o más que a los veinte. De otra forma, pero con la misma intensidad.

Soy una persona que me dejo la piel y el alma en cada cosa que hago, porque me meto muy de lleno, expongo mucho y me olvido hasta de mí.

—¿Los errores pasados sirven para algo a la hora de la verdad?

—Sí, pero no. Me explico: no te hacen escarmentar. El ser humano, como dice la canción, no tropieza dos veces en la misma piedra, tropieza muchas veces. Somos humanos, eso también lo he aprendido con los años; antes era más intransigente y ahora transijo con muchas más cosas porque tengo más conocimiento de mí misma y al tener más conocimiento de mí también eso me hace comprender mejor a los demás. Eso es algo que le ocurre a mucha gente, ¿sabes?

—¿No temes que con tanta pasión como derrocháis se le vaya la fuerza a José y tenga que cortarse la coleta?

—Qué va. El es un hombre con mucha energía, muy vital, y tiene un espíritu de sacrificio grande pues es una persona que ha vivido mucho para el mundo del toro, y no es que lo diga yo, es que lo sabe todo el mundo. José vivía dedicado a los toros, lo cual admiro y respeto, porque cuando yo tengo una temporada de trabajo hago lo mismo, me dedico a mi trabajo. El respeta mucho que, no pueda estar las veinticuatro horas del día a su lado, lo entiende, y yo también cuando le ocurre a él y eso es muy importante en una pareja. Yo respeto la vida profesional de José y me gusta que sea así. Nunca le pediré que se corte la coleta.

—¿Te gusta verle torear?

—Me gusta verle en las tientas porque a las plazas he ido dos o tres veces y no iré más porque me comen los nervios.

—También en esto habéis roto el tabú deque las mujeres de los toreros se quedan encasa esperando que alguien llame para darles cuenta de la corrida...

—Pues no sé qué decirte. Si voy a la plaza me comen los nervios pero es muy fuerte quedarte en una habitación esperando. No había entendido el mundo de la mujer de un torero pero ahora que lo estoy viviendo como novia me parece tremendo, es tremendo estar pendiente del teléfono, de la tele, de la radio, de que te llame alguien para adelantarte algo. Es tremendo. Pero volviendo a lo que te decía antes, cuando lo veo torear con ese gusto, y lo veo caminar delante de la cara del toro con tanta seguridad, me entra una paz... me relajo y empiezo a disfrutar y degustar ese toreo y me englorio, me gusta mucho como torea, de verdad.

—¿Es cierto, Rocío, que el traje de luces tiene mucho morbo?

—Ja, ja... yo no lo veo desde ese punto de vista y perdona, Rosa. Yo lo veo, ¡oh Dios mío!, como algo muy bonito. Siempre me ha gustado la fiesta del toro como espectáculo, me ha gustado el colorido, pero ahora lo veo de una forma diferente. He cambiado todo el concepto que tenía de la fiesta e incluso, si siempre me ha gustado el toro como animal, ahora lo veo ya como campera. Cuando voy al campo pido ya que me expliquen cómo es el toro, el color... es muy diferente todo.

—José me dijo en una entrevista que tras ese aspecto de paloma brava que tienes se escondía una mujer muy tierna...

—Seguramente hay una parte de mí que es así, claro que sí, pero también existe la paloma brava, la Rocío luchadora: eso es innegable, lo he demostrado muchas veces. Soy una mujer que lucho cuando se necesita luchar y que me gusta que me traten con ternura porque también lo necesito.

—¿Y qué se esconde tras la figura de tu torero?

—Yo he encontrado un hombre entrañable, muy entrañable, una persona muy, muy lista, con una inteligencia natural y al mismo tiempo con una generosidad y una bondad increíble... No es el hombre arrollador, machista, que todo lo que él dice es lo primero, ¿me entiendes? Es un hombre con una sensibilidad increíble... Me gusta mucho su manera de ser, me encanta. El entiende cuando yo meto la voz «pa» dentro cantando y lo estoy sintiendo y veo que él lo siente conmigo, igual que me ocurre a mí con su toreo. O sea, tenemos una conexión tan bonita en lo personal y en lo profesional que ya te digo que no me esperaba queme fuera a ocurrir algo así.

—Entre la ternura y la pasión, ¿con qué te quedas?

—Yo siempre con la ternura porque de la ternura también nace la pasión. La pasión sola no me apetece, la ternura sí. La pasión es tierna.

—Rocío, ¿sabes que hay quien no da un duro por vuestra relación?

—Bueno... nunca me ha gustado apostar y menos con la vida de las personas. En la vida de la gente no me he metido, nunca he hecho quinielas de ese tipo, y de las otras también poquiñas. Vamos, no juego a ese tipo de quinielas, no me gustan.

—Pero entenderás que la gente sí las haga porque José y tú encarnáis la imagen clásica del torero y la tonadillera...

—Yo creo que somos dos personas sensibles que se han encontrado en un momento en que los dos necesitábamos a la otra persona y punto. No tienen nada que ver las figuras públicas que somos cada uno. Creo que aunque José hubiera sido oficinista o fotógrafo y yo ama de casa o secretaria nos hubiésemos encontrado y habríamos conectado igual.

—¿Qué sientes cuando ves que el toro se arrima más de lo debido?

—Eso prefiero pensarlo poco. En esos momentos quiero pensar en su arte porque si pienso en lo otro creo que no lo podría aguantar. Hace poco estuvimos en Cali, era una corrida muy importante para José, y yo me había quedado en el hotel rezando a mi Virgen de Regla y pidiéndole que no le pasara nada. Estaba muy inquieta, con una tensión de nervios tal que cuando toreó el segundo, una faena que quedará inscrita en los cánones, cuando oigo decir que han indultado al toro, porque como te digo fue una faena histórica, cuando oigo eso se me aflojaron las piernas y caí de rodillas. Eso yo no lo había sentido nunca.

Creo no solamente en la suerte a nivel personal sino en las vibraciones que te manda la gente.

—¿Y no temes que si tiene una tarde mala te culpen a ti por ello?

—No, mujer; yo no creo que eso ocurra. Hay alguna persona que ya ha tirado puyas pero es de sabios rectificar y ha rectificado. Nosotros somos dos personas adultas y quién de verdad diga algo así es que lo hace a la ligera y sin pensarlo. Si lo piensa, aunque sea sólo un minuto, se da cuenta de que no puede ser así, que, al contrario, esta es una relación tranquila, bonita, sin ese tipo de cosas que podrían perjudicar su profesión o la mía también. En nuestra relación existe una conciencia clara de lo que somos cada uno y eso lo único que hace es favorecernos.

—Se podría decir que has cerrado la cuadratura del círculo. Tienes salud, tienes dinero y amor, ¿qué te falta?

—Salud, dinero y amor, todos lo tenemos pero con altibajos. La salud no es para siempre, hay que estar haciéndose chequeítos y cositas, pero bueno, no me puedo quejar; el dinero también hay que estar encima del trabajo para que se mantenga, y el amor hay que estar cuidándolo mañana, tarde y madrugada. Es tan importante cuando se tiene que no nos damos cuenta hasta que lo perdemos. El amor es de las cosas más delicadas y de las que más te llenan del mundo. A ningún ser humano le merece la pena haber nacido sin conocer el amor. Eso es lo que yo pienso del amor.

—Me has dicho que tienes contratos firmados para tres años, ¿no vas a hacer un paréntesis en tu vida?

—Tengo muchos compromisos y pienso cumplirlos y después hacer un paréntesis, o al menos no trabajar tan seguido, para dedicarme bastante más a estar con José, porque yo lo necesito y él también.

—Y la boda, ¿para cuándo?

—Ya veremos, lo tenemos que hablar.

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