Los famosos en Navidad

Rocío Jurado y José Ortega Cano: primeras Navidades en su casa con sus hijos José Fernando y Gloria Camila

por Tico Chao

Rocío y José con sus hijos José Fernando y Gloria Camila sentados en torno a la mesa de Navidad.
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Rocío y José con sus hijos José Fernando y Gloria Camila sentados en torno a la mesa de Navidad.

Lo reconoce la propia Rocío. Son unas Navidades distintas, un recordar momentos de otros tiempos, cuando «su» Rocío era una niña. Hoy son sus hijos José Fernando y Gloria Camila los que tienen embelesados a la madre y al padre. Rocío Jurado y José Ortega Cano viven una Navidad de ilusión con un regalo de Reyes adelantado por la llegada de dos niños con los que siempre habían soñado. El torero vive y se desvive por los pequeños. Lo mismo que la popular cantante. El maestro les dice, dirige, templa y manda bajo la atenta mirada de Rocío, que permanece en el tendido de la felicidad viendo cómo un hombre, José Ortega, su marido, torero fuera y dentro de la plaza, saca a pasear las veinticuatro horas del día el capote del amor y del cariño hacia sus hijos.

—Ahora mismo —confiesa Rocío— estoy que no me lo creo con tanta cosa y tanto cambio.

—Un revivir la época de la niñez de tu hija Rocío.

—Cuando estaba posando para las fotos de este reportaje me estaba acordando mucho de mi Rocío porque la echaba de menos, ya que siempre nos hemos hecho fotos con ella en estos días tan especiales. Sí, he sentido un poco de morriña.

—De cualquier forma son unas Navidades especiales.

—No cabe duda. Además, si yo estoy feliz con nuestros hijos, José está que no cabe en sí de gozo, porque era la ilusión más grande de su vida. Disfruto viendo cómo él disfruta de los niños. Yo ya lo viví antes con Rocío, pero para él es la primera vez.

—Un padrazo.

—Pero un padrazo. Y, además, con mucho juicio y mucha más paciencia que yo.

—El temple de un torero.

—Sí, sí, tiene temple. Y mando también. Estas cosas a los niños le vienen muy bien.

—Después de tanto años volver a empezar, Rocío.

—Antes de que nos decidiésemos por la adopción pensamos que era una responsabilidad muy grande educar a unos niños que nunca habían ido a un colegio ni habían tenido esa atención personalizada que necesitan, pero ahora que ya están aquí estamos su padre y yo para darles todo eso.

«Antes de irnos a Colombia conocí a Fidel Albiac, cuando mi hija fue con él a "Yerbabuena". Es un amigo un poco especial y lo que sea sonará»

—¿Son estos niños la prueba de amor más grande que nunca hayas dado a José?

—Yo creo que sí, por lo que le quiero. Yo con mi hija y mis nietos no tenía tanta necesidad de tener más hijos, pero por él haría cualquier cosa.

EL TIMONEL DEL BARCO

—Con todo lo que tienes encima, ¿cómo haces para mantener el timón? De alguna forma tú eres el timonel de ese barco que es tu familia.

—Hasta ahora es un timón compartido con José.

—Sí, pero cuando arrecia el temporal sueles ser tú la que pliega las velas.

—José, de alguna manera, también descansa en mí muchas cosas por el hecho de que está acostumbrado a que su madre era, también, quien asumía las cosas de la casa y de los hijos.

—Un año que se va en el que ha habido alegrías, pero también penas.

—De todo hay en la viña del Señor.

—Pero no han sido unos meses fáciles para ti.

—Hombre, si tenemos en cuenta que es un año en el que Jóse se está retirando, algo que le está costando mucho, porque será torero toda su vida, y si tenemos en cuenta también la separación de mi Rocío, que tampoco está siendo nada fácil y es un momento tremendo, la verdad es que no ha sido demasiado fácil.

—Fácil y complicado a la vez.

—Si te soy sincera te diré que nunca me imaginé que esto pudiera llegar a suceder. Al principio veía a Rocío tan entregada que jamás pensé que algún día fuera a separarse de David. Pero, bueno, son cosas que pasan en la vida. Por otra parte, te diré que Rocío tiene sus motivos para hacer lo que ha hecho y tengo que respetar siempre su decisión.

Los cuatro brindan por el nuevo año.
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Los cuatro brindan por el nuevo año.

—Al igual que cuando decidió casarse.

—Ella siempre ha tenido una gran voluntad para luchar por las cosas que quiere. Y cuando ha visto que su mundo se ha venido abajo, tampoco uno se puede meter.

—Es que había echado, como se dice, toda la carne en el asador.

—Así es. Y fue muy fuerte cuando todo eso se le derrumbó.

—El tiempo lo cura todo, Rocío.

—Lo que pasa es que como Rocío es muy joven aún tiene una gran voluntad de seguir hacia adelante, y saldrá adelante si Dios quiere. Pero lo que ella está pasando sólo lo sabemos ella y yo, aunque más ella que yo.

«LA VOLUNTAD DE ROCIÓ ESTA POR ENCIMA DE TODO»

—¿Cómo una madre puede asistir a una situación semejante sin intervenir? Al fin y al cabo se trata de tu hija.

—Yo la escucho y hablamos muchas veces, pero la voluntad de Rocío está por encima de todo, ya que es una mujer que tiene las cosas muy claras.

—¿Eres tú mujer de consejos?

—Lo único que yo le puedo decir es que tenga mucha presencia de ánimo y que no se venga abajo. Y en eso me está haciendo caso, porque lo que le ha pasado es para que precisamente le hubiese ocurrido eso. Rocío tuvo un momento en que yo la veía muy deprimida cuando estaba sola conmigo, que me preocupó bastante.

—¿Y a ti quién te anima? Porque también habrás pasado lo tuyo.

—Ahora con los niños no tengo ni tiempo para deprimirme. Cuando tengo un momento bajo no hay más remedio que subir rápidamente.

—A pesar de todo, tú siempre has sido una señora en cuanto a tus comentarios sobre Antonio David.

—Sólo una vez le pregunté a David si era cierto lo que había motivado todo esto, y él me comentó que había tenido un momento de debilidad y que todo el mundo tenía fallos.

—¿Y qué le contestaste?

—Pues que todo el mundo no recibía las cosas de la misma manera. Yo nunca he tenido broncas ni nada con David y le sigo respetando porque es el padre de mis nietos. Y esto es para siempre. Por eso será bien venido siempre que venga como Dios manda.

—De todas formas, no eres tú mujer de peleas.

—Tampoco soy rencorosa. Además, Dios me ha dado con los años mucha más capacidad de entendimiento para comprender las cosas, y cuando yo tengo algún fallo quiero que me disculpen. Por eso también sé yo disculpar los fallos de los otros.

—Rocío siempre te ha contado todo.

—Aparte de ser la madre que quiero y tengo que ser, me gustaría ser tan amiga de mi hija como mi madre lo fue de mí.

«SE LO TUVE QUE DECIR»

—Menudo momento cuanto tu hija salió por la puerta de tu casa.

—Se lo tuve que decir yo porque aquí había una situación que no se podía mantener. Estábamos bastante tensos y fue cuando decidí que lo mejor sería que se marcharan.

—Me refiero a cuando se fue a vivir sola con sus hijos.

—Ella también entendió que en ese momento tenía que tener su casa y su vida. También se lo tuve que decir a David. Cuando nos íbamos a Colombia a recoger a nuestros hijos, dimos un mes de vacaciones a todo el servicio porque se lo debíamos.

—¿Se lo dijiste a David?

—Por lo menos una semana antes de marcharnos. Por eso me extraña tanto ese lío de si me abren la puerta o no. David sabía que no había nadie en la casa.

Rocío y José Ortega Cano posan felices con sus hijos José Fernando y Gloria Camila, en torno al Niño Jesús.
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Rocío y José Ortega Cano posan felices con sus hijos José Fernando y Gloria Camila, en torno al Niño Jesús.

—¿Notas en tu casa el vacío de Rocío?

—Muchísimo. Lo echo mucho de menos, y cuando llega la hora en que ella acaba su trabajo ya estoy preguntando dónde está y qué hace. Tengo que mantener el contacto con ella porque es mi hija.

—Un hijo es para siempre.

—Sí. Y más en mi caso, ya que Rocío y yo estamos muy unidas.

—¿De dónde sacas las fuerzas, Rocío?

—Mi madre me ilumina. El espíritu de ella y el de mi abuela nunca me dejan. Ahora son momentos en los que tengo que estar más que nunca al lado de mi marido, porque a él sí le noto que está echando mucho de menos su profesión y no quiero que se me venga abajo por ello.

—Entonces, cuando antes decías que eras el timón...

—Bueno, pero mi familia también me ayuda. Nunca me abandona.

—Tú siempre necesitas tener a los tuyos muy cerca de ti.

—Pues sí, porque es algo que he vivido desde que era niña. He nacido en una familia muy unida.

—¿Se puede cantar por fuera pero estar llorando por dentro?

—Claro. Eso es el arte, que está por encima de todo.

—¿Das gracias a Dios todos los días?

—Sí. Me pongo delante de mi Virgen de Regla, que tengo aquí en mi dormitorio, o de la de mi madre y siempre me persigno, y a través de una de las dos doy gracias a Dios.

—¿Y también le pides?

—Sí, salud para todos y que mi hija Rocío sea feliz, porque se lo merece.

—Es una luchadora nata.

—Ella dice que tiene buena escuela, pero yo creo que se ha aprendido demasiado bien la lección.

—Ha escarmentado.

—Bueno, eso no, porque es muy joven todavía. Es que mi hija comenzó muy pronto. Tenía diecisiete años y vivía un mundo diferente al de las chicas de su edad de por aquel entonces. En aquellos tiempos las chicas tenían pretendientes, les gustaba uno, les llamaba otro... Y eso Rocío no lo ha vivido porque ya estaba enamorada de David.

—Vives en tu casa, pero tienes un ojo puesto en la de ella.

—Un pie aquí y otro allí. Si un día se fuera a vivir más lejos no sé lo que haría.

—Nochebuena la pasasteis en « Yerbabuena».

—Sí.

—Rocío también estuvo.

—Hombre, claro.

—De lo contrario te la hubieses llevado hasta atada.

—Sí (risas).

—¿Y qué hay con ese amigo de Rocío que se llama Fidel Albiac?

—Es un amigo un poco más especial.

—¿Le conocías?

—Una vez que fue con él a «Yerbabuena» antes de irnos nosotros a Colombia. Pero vamos, lo que sea sonará. De todas formas, yo estoy muy orgullosa de mi hija. Ha sido una niña que se ha entregado y ha vivido su amor con todos sus pronunciamientos. No ha sido una chica que ha tenido un novio y ahora otro y luego otro.

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