Tatuaje
Él vino en un barco de nombre extranjero,
que arribó a Marsella un anochecer,
cuando el blanco faro sobre los veleros
su beso de plata dejaba caer.
Era alegre y rubio como la cerveza,
y sus ojos claros prendaron a Yvonne
cuando oyó en sus manos gemir la tristeza
doliente y cansada del acordeón.
Y ante dos copas de aguardiente
en un rincón del Petit Bar,
él fue contándole entre dientes
su amarga historia de pesar:
Mira mi brazo tatuado
con este nombre de mujer.
Es el recuerdo de un pasado
que nunca más ha de volver.
Ella me quiso y me ha olvidado,
en cambio yo no la olvidé,
y para siempre iré marcado
con este nombre de mujer.
Él se fue una tarde con rumbo ignorado
sin dejar ni rastros de su acordeón,
Yvonne de tristeza muerta se ha quedado
igual que una sombra frente al malecón.
De una punta a otra recorre Marsella,
a los marineros pregunta por él,
y va como loca buscando su huella
porque tatuado lo lleva en la piel.
Y a medianoche, triste y sola,
en un rincón del Petit Bar,
oye de pronto en la gramola
gemir de nuevo aquel cantar.
Mira mi brazo tatuado
y con este nombre de mujer,
es el recuerdo de un pasado
que nunca más ha de volver.
Ella me quiso y me ha olvidado,
en cambio yo no la olvidé,
y para siempre iré marcado
con este nombre de mujer.
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